Argentina: la agricultura regresa con fuerza
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Después de 10 años de pesada intervención estatal, las políticas cambiaron con el gobierno y la agricultura argentina apunta a mas
Los gobiernos de todo el mundo intervienen en el sector agrícola, y en tiempos de precios altos de commodities muchos países antes que Argentina aplicaron retenciones a la exportación e impuestos en cascada, buscando asegurar comida barata a los ciudadanos. Sin embargo, para cuando terminaron los dos períodos de gobierno consecutivos de Cristina Kirchner (2007-2015), la producción agrícola argentina se había desplomado y el mercado estaba sumamente distorsionado. Una situación muy grave sobre todo cuando se tiene en cuenta que el sector agro industrial representaba el 60% de las exportaciones del país.
El reporte de Apoyo al Productor 2016 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) muestra que el porcentaje de los ingresos agropecuarios determinado por las políticas de cada país fue del 23% negativo en Argentina contra el 8.2% de apoyo en Estados Unidos y el 19.3% en los países de la Unión Europea. Este incentivo negativo fue consecuencia de una combinación de retenciones de impuestos, cuotas estrictas de exportación por producto, tipo de cambio elevado artificialmente y restricciones al intercambio de moneda.
Todas las exportaciones agropecuarias tuvieron retenciones de impuestos que fueron del 15% para la carne –el producto insignia del país- al 35% en la soja, pasando por 20% y 23% respectivos a las exportaciones de mayor volumen: maíz y trigo. El IVA y otros impuestos se recaudaban antes de exportar y se devolvían entre 6 y 12 meses más tarde y a una tasa de conversión oficial de pesos a dólares elevada artificialmente, con la consiguiente pérdida de competitividad.
La consultora agrícola más Antigua de Argentina –Cazenave y Asociados- señaló un problema adicional en un reporte de su Director Ejecutivo Santiago Casares: las estrictas cuotas de exportación. Las cuotas implicaron que los productores se vieran obligados a cubrir la contingencia de que sus cosechas no se pudieran exportar, aumentando el costo total. En el maíz, el impacto llegó al 25%, comparado con 1-2% en otros países.
El área plantada de trigo se redujo a la de un siglo antes y la producción disminuyó de 16 millones de toneladas en 2005 a 8 millones de toneladas en 2013. Las exportaciones de carne casi desaparecieron, siendo efectivamente un séptimo de lo proyectado al inicio del período. El único cultivo que floreció fue la soja, impulsado por los altos precios internacionales y cuotas de exportación relativamente menores, y eso a pesar de tener la tasa de retención más alta. Sin embargo eso resultó una bendición relativa. Las publicaciones de AACREA (Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agropecuaria) han alertado repetidamente que sin una adecuada rotación de cultivos la soja causa problemas de fertilidad en el mediano plazo.
Sin embargo, en diciembre 2015 asumió Mauricio Macri como nuevo presidente, y antes de que finalizara el año había desmantelado la compleja interferencia estatal con la economía local. Los tipos de cambio se liberaron, los controles de capital se flexibilizaron y se desmantelaron las retenciones y las cuotas de exportación. Los jugadores locales sintieron estas medidas como un poderoso impulso hacia el regreso al sistema internacional de comercio.
Sin interferencia del gobierno, la producción agrícola argentina aumentará dramáticamente
En el nuevo contexto político, todas las partes interesadas, analistas e inversores predicen un gran aumento de los negocios agropecuarios, apoyado en las enormes ventajas geofísicas y de conocimiento que tiene Argentina para la producción de commodities blandas. La Bolsa Argentina de Cereales predijo un crecimiento del 31% en la próxima década, un aumento impresionante considerando el 5% que se hubiera logrado con el régimen anterior.
Horacio Busanello, CEO de la empresa integrada de agricultura y servicios Los Grobo predijo un aumento de la producción de granos de 20 millones de toneladas en la campaña 2016/17, pasando de 110 a 130 millones de toneladas al año.
En la medida en que los productores abandonen su postura defensiva y se concentren en la eficiencia productiva, el área total cultivada aumentará de 30 a 35 millones de hectáreas y extensiones actualmente clasificadas como desierto serán aprovechadas con riego y semillas resistentes a la sequía. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y el informe ERAMA 2025 del Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales predicen un relativo abandono de la soja y un regreso al trigo y maíz, con 12%, 43% y 63% respectivos de crecimiento proyectado en la próxima década.
Argentina tiene increíbles ventajas geográficas que permiten numerosas combinaciones de localización y cultivo.
La Pampa es una increíble ventaja geofísica, decenas de millones de hectáreas de suelo agrícola bien irrigado y extremadamente fértil que permite ventanas de cultivo más prolongadas. Si se agregan las ventajas logísticas que compensan la escasa infraestructura pública, la región está mucho mejor posicionada que otras zonas productivas de Sudamérica. La cosecha promedio en la Pampa está dentro de un radio de 300 km del puerto fluvial granelero de Rosario mientras que regiones como el Mato Grosso de Brasil distan 1500 km de los centros de transporte internacionales.
La Pampa excede las fronteras nacionales (Argentina, Brasil, Paraguay and Uruguay, ABPU) lo que permite que los inversores agrícolas adopten un enfoque regional. La región ABPU es el mayor exportador neto de alimentos del mundo, hasta el punto en que –si los cuatro países actuaran en conjunto- su poder podría compararse con el de la OPEC en el mercado petrolero. En 2012 entidades agroindustriales privadas crearon el Grupo de Países Productores del Sur (GPPS) para favorecer la cooperación en políticas agropecuarias en la región. Bajo la coordinación de Horacio Sánchez Caballero, el grupo pretende construir un centro sudamericano capaz de satisfacer la demanda de alimentos de modo sustentable, a la vez que genera riqueza, empleo y capital social en la región.
El tamaño y la fertilidad de la Pampa domina la agricultura argentina, pero hay otras oportunidades interesantes gracias a la variedad de clima y geografía del país. De sur a norte la temperatura varía de antártica a tropical con un extenso centro templado. Hay grandes diferencias de altitud de este a oeste, desde el nivel del mar a los 6961m del Cerro Aconcagua (Mendoza), el pico más alto del continente.
Cada combinación de clima y suelo favorece interesantes oportunidades. Al oeste de la Pampa, Mendoza es la tierra del vino y los olivos, hacia el noroeste Tucumán produce naranjas, limas y limones, en el sur los huertos de peras y manzanas ocupan el valle del Rio Negro mientras que hacia el noreste Concordia es el centro de la producción de arándanos en Entre Ríos.
Los arándanos comenzaron a producirse en Entre Ríos hace algunos años, atraídos por el suelo arenoso y el clima similar al sur de Florida. Aprovechan una ventana productiva de septiembre a diciembre que abastece a los mercados de Estados Unidos y Reino Unido cuando los locales no tienen producto fresco. Sin embargo, el número de establecimientos productivos disminuyó de casi 700 en 2010 a 120 en 2015. El tipo de cambio artificialmente elevado tuvo un impacto mayor en los cultivos de especialidades que demandan mucha mano de obra que en los granos, ya que los salarios se pagan en pesos mientras que el combustible y la maquinaria se transan en dólares. Los productores sobrevivientes como Blueberries S.A. en Concordia (arándanos) o Cazenave en Tucumán (moras) lo lograron a través de la inversión constante en variedades de alto rendimiento, instalaciones de empaquetado eficientes y estricto controles de calidad.
El Modelo de Producción Argentino está bien desarrollado y se exporta.
Los anteriores son apenas algunos ejemplos de la extraordinaria capacidad de adaptación y supervivencia del sector agropecuario argentino. El muy eficiente modelo de negocios de operación sobre tierras alquiladas está bien desarrollado. Los grandes grupos agro productores rentan la tierra a muchos pequeños propietarios y tienen la escala necesaria para usas maquinaria de última generación, tecnologías innovadoras y mejores prácticas de manejo y sustentabilidad para producir con más eficiencia que en otras partes. Por ejemplo, el sistema de silo bolsa desarrollado en Estados Unidos se ha adaptado localmente para reducir el costo del acopio de cereales frescos de 150 USD/ton para el ensilado tradicional hasta 7 USD/ton en acopio en playas de silos horizontales plásticos.
Argentina es líder mundial en agro servicios y agro tecnología, como por ejemplo en siembra directa, una técnica que aumenta la conservación del suelo y la sustentabilidad a largo plazo. Hay un enorme potencial en desarrollo y mejoramiento de semillas, a pesar de la escasa protección del gobierno a la propiedad intelectual y el poco reconocimiento o pago por semillas genéticamente modificadas al que están dispuestos muchos productores.
Empresas como el líder en producción Don Mario Semillas se apoyan en su localización en la región del mundo más favorable para el cultivo de soja. Las 60 millones de hectáreas de soja plantada en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay compran A Don Mario cerca de 250 millones de dólares al año de semilla, lo que le permite ser un especialista en soja, trigo y maíz capaz de competir con empresas globales como Monsanto.
Las opciones de inversión más atractivas están más arriba en la cadena de valor agrícola Argentina
Todos están de acuerdo en que la agricultura argentina despegará pero aun así los inversores deben encontrar las oportunidades. La estrategia tradicional es comprar tierra, pero en diciembre del 2011 el gobierno Kirchner aprobó una ley que limita la propiedad de tierras agrícolas en la Pampa a 1.000 hectáreas para los inversores internacionales. A causa de esa restricción, muchos grupos inversores se enfocan en otras partes de la cadena de valor donde Argentina todavía está retrasada. Hay un amplio margen para agregar capital y conocimiento internacional a la producción agrícola y aumentar su valor.
La firma especializada en agro negocios e inversiones Pampa Capital apuesta a empresas de maquinaria y proveedores de semillas, y ya alardea del híbrido de maíz de mayor rendimiento, logrado a partir de una base genética de primera línea. El CEO Alex Quentin describe la estrategia general como la identificación de activos sub valuados y su desarrollo. El mismo no se busca a través de la propiedad de empresas cultivadoras sino con eficientes operaciones de tecnología, servicios y manufactura.
A medida que los volúmenes de producción aumentan dramáticamente, se abren numerosas oportunidades de nicho en logística, almacenamiento y elevación de granos. El mayor cuello de botella es la deficiente infraestructura, de modo que para lograr márgenes atractivos los productores deben ser expertos en ejecución y operación.
Otra cadena de producción con escaso desarrollo es la conversión d grano en proteína. Una vez que se consolida la base productiva de cereales, los granos pueden transformarse en proteína alimentando animales (vacunos, cerdos y aves). Si la proteína se produce localmente, los frigoríficos locales pueden disminuir o abandonar la orientación al mercado doméstico y obtener los certificados requeridos para exportar productos porcinos o aviares con valor agregado. En la actualidad existen plantas trituradoras a bajo costo de vegetales ricos en proteína como la soja, pero hay espacio para mejorar la calidad hasta lo requerido por la demanda internacional.
Gustavo Grobocopatel -reconocido hombre de negocios agroindustriales- señala otra interesante área: la tecnología y servicios orientados al agro. Se necesita asesoramiento experto en impuestos, gestión del riesgo, agroquímicos y sustentabilidad y se requieren numerosos proveedores de conocimiento para asegurar una producción competitiva.
Algunas de las empresas de su grupo crecen en el área industrial, uniendo la agricultura con las tecnologías de la información y comunicación y exportando el modelo de agro negocios argentino a países como Colombia.
La producción agrícola argentina necesita más que no interferencia del gobierno para desarrollarse
Todos los inversores están de acuerdo en que la eliminación de la interferencia del gobierno es positiva, pero se necesita un apoyo más activo para que el sector agroindustrial se desarrolle.
Quentin señala que el buen gerenciamiento y la ejecución –no el capital- es el recurso escaso y enfatiza el impacto de la inflación en la sociedad en su conjunto, en la medida en que obliga a la gente a luchar para enfrentar el costo de vida.
Otros inversores apuntan a la restricción en la propiedad de la tierra impuesta a los extranjeros en cuanto desalienta al capital internacional, y ya se observan algunos indicios de la modificación de la ley.
En los cultivos de especialidades, países vecinos con condiciones climáticas similares –Chile o Perú- disfrutan de gran éxito y desarrollo a partir del apoyo estatal. La producción de granos arroja buenos resultados macroeconómicos pero especialidades como frutas, bayas y verduras requieren muchos empleos e inyectan grandes cantidades de dinero en las comunidades locales.
Finalmente, el nuevo plan de infraestructura del gobierno –Plan Belgrano– es un importante paso para unir las provincias distantes con los puertos. Sumado a la terminación de la ruta 150 en la provincia de San Juan, otro tramo del Corredor Bi Oceánico las menos desarrolladas provincias del norte se beneficiarán.
En resumen, en Argentina cualquier cultivo puede crecer más eficientemente que en otra parte del mundo y con las restricciones del gobierno mitigadas o eliminadas la producción aumentará. A pesar de las restricciones a la tenencia de la tierra, hay opciones de inversión atractivas en la cadena de valor agro industrial.
La infraestructura, la logística y los servicios tienen amplio margen de mejora y con ellos se favorece la producción de especialidades.
Todo lo cual tiene una demanda sostenida en el masivo aumento de la población mundial: para el 2050 habrá que alimentar 19 billones de personas. Sin duda, la producción de alimentos tiene futuro, aunque el valor no se creará por el aumento de los precios internacionales sino por la sofisticación a lo largo de la cadena de valor.
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